miércoles, 6 de octubre de 2010

Otra poesía de Miguel d'Ors comentada en clase



CORREO ORDINARIO
Me ha llegado tu carta: largos besos
desde esas vacaciones lejanas. Y con ella
cuántos momentos tuyos. Te imagino escribiéndola
al pie de la araucaria (si era por la mañana;
si por la tarde, dentro —porque hará algo de fresco—,
frente a aquellas estampas tirolesas
—castillos y neveros ya un poco apolillados—).
Si fue por la mañana, alguna mariposa
blanca, de las que van
en busca de las coles, cruzaría
sobre alguno de estos «te quiero» o «ya muy pronto»
con esta letra loca en la que ahora
mis ojos, no sé cómo, oyen tu voz.
Después habrás bajado —abanicándote
con la carta, estoy viéndote— el sendero
orlado de manzanos (qué ácidas y raquíticas
esas manzanas, y mi madre que decía
que no las conocía mejores), habrá vuelto
a rechinar de orín la pequeña cancela
y habrás seguido por el viejo asfalto
pálido y corroído.
A sus orillas, en algunos campos
hay gente trabajando. Os saludáis, les dices
algo meteorológico
o cualquier comentario sobre el perro
que se puso a ladrarte —conozco bien tu estilo—,
y llegas al buzón, en cuyas fauces
dejas —adiós— la carta.
                        De regreso
el paisaje de siempre te parece más claro,
todo en ti va diciendo
que el tiempo es delicioso, y qué agradable
paseo. Y vas subiendo de vuelta hacia tus cosas,
soñando dónde y cómo abriré yo la carta,
en qué rincón me sentaré a leerla,
qué música de fondo le habré puesto,
qué clase de sonrisa dibujará en mi cara,
cómo sueño que sueñas que te sueño...

Gracias, amor, por no querer e-mail.

15-XII-04

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